Para hablar en público, para ser
un buen orador, se requiere una serie de cualidades fundamentales, unas
habilidades que hunden sus raíces en la más antigua tradición oratoria y que
anteceden a la pura exposición oral de las ideas.
un buen orador, se requiere una serie de cualidades fundamentales, unas
habilidades que hunden sus raíces en la más antigua tradición oratoria y que
anteceden a la pura exposición oral de las ideas.
El buen orador debe tener una
buena base de conocimientos, debe poseer una gran riqueza de vocabulario y debe
ser capaz de escribir con la misma brillantez y elocuencia con la que luego
deberá ser también capaz de transmitir esas ideas a través de sus palabras.
buena base de conocimientos, debe poseer una gran riqueza de vocabulario y debe
ser capaz de escribir con la misma brillantez y elocuencia con la que luego
deberá ser también capaz de transmitir esas ideas a través de sus palabras.

conocimientos, el orador debe leer, debe formarse a través de la lectura. No es
suficiente con tener cuatro ideas acerca de la materia de que se trate, prendidas
con ligereza y superficialidad en el cerebro. El buen orador consigue comunicar
con eficacia al hablar en público cuando transmite autoridad; es decir, conocimientos sobre la
cuestión que aborda en su “discurso” (charla, conferencia, ponencia, presentación,
etc.).
Esos conocimientos se adquieren con
la lectura, con el estudio, con la reflexión, con la comparación, con el
razonamiento, con el análisis; es decir, con el esfuerzo intelectual. Si no es
así, el orador transmitirá vaciedad, superficialidad, falta de rigor, y no será
capaz de atraer las mentes de quienes le escuchan y, mucho menos, sus
voluntades, caso de que sea ese el objetivo que persiga. Será un orador sin
credibilidad porque no transmitirá autoridad.
la lectura, con el estudio, con la reflexión, con la comparación, con el
razonamiento, con el análisis; es decir, con el esfuerzo intelectual. Si no es
así, el orador transmitirá vaciedad, superficialidad, falta de rigor, y no será
capaz de atraer las mentes de quienes le escuchan y, mucho menos, sus
voluntades, caso de que sea ese el objetivo que persiga. Será un orador sin
credibilidad porque no transmitirá autoridad.

técnica; es decir, referida a la materia de que se trate, sino que el buen
orador debe leer buena literatura, buenos textos literarios que le doten de una
gran riqueza de vocabulario y una gran habilidad para saber combinar esas
palabras, lo que le resultará imprescindible para poder expresar con exactitud
y precisión, e incluso con belleza, las ideas que quiera transmitir a su
público.
Además, el orador, en la preparación
de su “discurso”, debe ser capaz de ordenar todas las ideas, la información,
los datos, las citas y los argumentos que haya acumulado en esa primera fase,
de forma que los disponga de la forma más adecuada posible, con un sentido de
unidad y claridad, al servicio del fin que persiga, decidiendo en qué momento formulará
una determinada idea, en qué otro instante aportará tal dato y en cuál otro
esgrimirá un oportuno argumento o citará las palabras de determinado autor como
apoyo a sus ideas.
de su “discurso”, debe ser capaz de ordenar todas las ideas, la información,
los datos, las citas y los argumentos que haya acumulado en esa primera fase,
de forma que los disponga de la forma más adecuada posible, con un sentido de
unidad y claridad, al servicio del fin que persiga, decidiendo en qué momento formulará
una determinada idea, en qué otro instante aportará tal dato y en cuál otro
esgrimirá un oportuno argumento o citará las palabras de determinado autor como
apoyo a sus ideas.

listo: los planos y el material con el
que construirá el edificio de su “discurso”, es cuando comienza a buscar las
palabras concretas, a construir las oraciones gramaticalmente correctas, a
hilvanar esas palabras en frases que expresen con fidelidad y expresividad las
ideas que están en su cabeza; es decir, comienza a escribir el texto concreto
de su discurso.
Además, debe ser consciente de
que ese texto tiene como fin ser expuesto oralmente al hablar en público; por ello, procurará
escribir con frases sencillas y cortas, bien hilvanadas, facilitando el
seguimiento mental por parte de su público mediante la escucha activa y cuidando
además la calidad fonética de esos vocablos, la eufonía, o belleza sonora de
esas palabras, de forma que produzca placer escucharle.
que ese texto tiene como fin ser expuesto oralmente al hablar en público; por ello, procurará
escribir con frases sencillas y cortas, bien hilvanadas, facilitando el
seguimiento mental por parte de su público mediante la escucha activa y cuidando
además la calidad fonética de esos vocablos, la eufonía, o belleza sonora de
esas palabras, de forma que produzca placer escucharle.
El texto de un “discurso” es como
una partitura. El compositor tiene en su mente creadora los sonidos que quiere
estructurar para que suene la música tal como él la ha concebido. Para ello,
utiliza el lenguaje musical (el solfeo); es decir, todo un conjunto de signos
que, de acuerdo con una ortografía y unas reglas gramaticales y musicales
determinadas, expresan exactamente lo que él ha concebido.
una partitura. El compositor tiene en su mente creadora los sonidos que quiere
estructurar para que suene la música tal como él la ha concebido. Para ello,
utiliza el lenguaje musical (el solfeo); es decir, todo un conjunto de signos
que, de acuerdo con una ortografía y unas reglas gramaticales y musicales
determinadas, expresan exactamente lo que él ha concebido.
El intérprete musical, el
pianista, el violinista, el cantante o el director de orquesta, “interpreta”
esa pieza ejecutando con fidelidad todos los signos que encuentra en esa
partitura. Si lo hace con exactitud, la obra musical sonará tal como el
compositor la concibió aunque, como es lógico, el intérprete le dará su
personalidad, su sello. Pero el compositor, por supuesto, deberá conocer
perfectamente todos los elementos que necesita para componer una obra lo más
bella posible.
pianista, el violinista, el cantante o el director de orquesta, “interpreta”
esa pieza ejecutando con fidelidad todos los signos que encuentra en esa
partitura. Si lo hace con exactitud, la obra musical sonará tal como el
compositor la concibió aunque, como es lógico, el intérprete le dará su
personalidad, su sello. Pero el compositor, por supuesto, deberá conocer
perfectamente todos los elementos que necesita para componer una obra lo más
bella posible.
Del mismo modo, el buen orador,
para hablar en público con brillantez y capacidad retórica, deberá ser capaz de
manejar perfectamente todos los elementos que la gramática pone a su
disposición para ordenar esas palabras y esas frases elegidas al servicio de
sus ideas, escribiéndolas con los signos de puntuación adecuados y exactos: los
dos puntos, las comas, los punto y coma; ¡los signos de admiración!, ¿o de
interrogación?, (los paréntesis), “las comillas”, los puntos suspensivos… y los
puntos seguidos y aparte. De forma que, al ser interpretado ese texto
oralmente, el efecto del discurso sea exactamente el que el “compositor”
previó. Por eso me gusta decirle a mis alumnos que el texto de un “discurso” es
como una partitura: debe escribirse con exactitud y debe interpretarse con
fidelidad.
para hablar en público con brillantez y capacidad retórica, deberá ser capaz de
manejar perfectamente todos los elementos que la gramática pone a su
disposición para ordenar esas palabras y esas frases elegidas al servicio de
sus ideas, escribiéndolas con los signos de puntuación adecuados y exactos: los
dos puntos, las comas, los punto y coma; ¡los signos de admiración!, ¿o de
interrogación?, (los paréntesis), “las comillas”, los puntos suspensivos… y los
puntos seguidos y aparte. De forma que, al ser interpretado ese texto
oralmente, el efecto del discurso sea exactamente el que el “compositor”
previó. Por eso me gusta decirle a mis alumnos que el texto de un “discurso” es
como una partitura: debe escribirse con exactitud y debe interpretarse con
fidelidad.
Claro que el buen orador, para
hablar en público, necesita además poner al servicio de ese buen texto unas
cualidades esenciales, unas cualidades oratorias como son las referidas a su
voz y a la comunicación paraverbal: timbre, vocalización, articulación, tono,
volumen, ritmo, expresividad… Pero eso será tema para otro artículo.
hablar en público, necesita además poner al servicio de ese buen texto unas
cualidades esenciales, unas cualidades oratorias como son las referidas a su
voz y a la comunicación paraverbal: timbre, vocalización, articulación, tono,
volumen, ritmo, expresividad… Pero eso será tema para otro artículo.
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