Es muy común que cuando vemos a alguien por primera vez nos formemos inmediatamente una imagen suya en nuestro cerebro y que asociemos a esa imagen unas sensaciones sobre su personalidad, positivas o negativas. Por eso, es muy importante que cuando vamos a hablar en público, justo antes de nuestras primeras palabras, procuremos causar la mejor impresión posible.
Mi amigo Javier Paniagua, historiador y político, me envía todos los días por Whatsapp unos “Pensamientos para antes de dormir”, casi siempre muy interesantes. El otro día me envió uno que me hizo reflexionar más que otras veces, tal vez porque me decía algo que suelo decir a mis alumnos en mis cursos de oratoria: “Hay mucha gente que parece brillante hasta que la oyes hablar y razonar. Entonces descubres que es mejor estar callado que despejar la incógnita de la superficialidad”.

Un fenómeno de comunicación perfecta
Me pareció un pensamiento reamente interesante, aunque tiene un enfoque negativo y le dije que, en realidad, también puede decirse lo contrario: hay mucha gente que parece muy vulgar, corriente y poco interesante hasta que la oyes hablar y razonar. Entonces descubres que te habías precipitado al asignarle determinados atributos negativos porque de su boca salen palabras hermosas, llenas de significado, frases que contienen ideas brillantes y razonamientos y enfoques que impregnan nuestro cerebro de reflexiones intelectualmente estimulantes. Entonces, nos olvidamos por completo de la negativa primera impresión y nuestra mente se abre y se identifica por completo con la del orador en un excelente fenómeno de comunicación perfecta.
En mis cursos de “Hablar en público” explico a mis alumnos las razones por las que muchas personas tienen miedo de expresar sus ideas en voz alta. Una de esas razones es, precisamente, la de tener determinados complejos personales de carácter físico: ser calvo, ser bajito, o demasiado alto, o muy flaco, o muy gordo, o muy joven, o muy viejo… Pero yo les insisto en que nada de eso tiene importancia si somos capaces de expresarnos frente al público con elegancia, elocuencia, naturalidad y capacidad de persuasión.
No importa que seas muy feo

Y, al hilo de lo anterior, les cito al psicólogo francés Paul Jagot que dice en su libro: “Los peores defectos físicos pierden mucho de su carácter repulsivo en aquellos que hablan de manera encantadora. Por muy contrahecho que sea un individuo puede ser buscado, admirado, querido, por sólo solo agradable de sus razonamientos, su forma de articular las palabras, su vocabulario y su ingenio”.
Pero, claro, para adquirir esa seguridad en uno mismo es necesario equipar bien nuestra mente con buen alimento intelectual, con riqueza de vocabulario, con imaginación y creatividad y con pensamientos positivos que asienten la personalidad propia sin temor al ridículo ni a las sensaciones de encogimiento psicológico que dificultan el buen funcionamiento de nuestro cerebro al hablar en público.
Si quieres perder el miedo a la primera impresión, ser un buen orador y aprender esta y otras claves para hablar bien en público, apúntate gratis a las clases online que estoy impartiendo estas semanas.
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